miércoles, 21 de septiembre de 2011

A Través de la Biblia Programa 463 (miercoles 21 de setiembre 2011) Transcripcion del programa






Programa: A través de la Biblia
Categoría: Estudio Bíblico
Día de Emisión: Lunes a viernes
Horario:10 a.m. y 8 p.m.



PROGRAMA No. 0463
ROMANOS
Cap. 4:1 - 25
Al comenzar hoy el capítulo 4 de esta epístola del apóstol San Pablo a los Romanos, nos encontramos con este pasaje que trata del tema de la justificación por la fe. Ya hemos tratado la doctrina que se nos había dado. De paso digamos, que eso ha sido también de importancia. Esta otra sección en la que nos encontramos hoy, habla de la justificación del pecador. Pablo declara enfática y claramente que el hombre es pecador. Y luego revela que Dios provee la justicia para el pecador. Más tarde, esa justificación por la fe, es explicada y esa es la sección que hemos finalizado en nuestro programa anterior.
Tenemos ahora ante nosotros, la justificación por fe ilustrada. Y las ilustraciones que se nos presenta, son dobles. Primero, veremos a Abraham, quien fue justificado por fe. Esto fue, antes de la ley. Luego, tenemos a David quien estuvo bajo la ley y que fue también justificado por fe. En los días del apóstol Pablo, Abraham y David eran probablemente tenidos en alta estima por la nación de Israel, mucho más que cualquier otro personaje del Antiguo Testamento. Nos damos cuenta que en estos días no ocurre lo mismo. Hace muchos años, por ejemplo, hubo un debate entre los rabinos judíos sobre quién era el personaje más grande del Antiguo Testamento. Y el asunto estaba entre Moisés y Abraham. Ahora, nunca nos dimos cuenta del resultado final, pero dio la impresión, según los informes mencionados en las noticias, de que Moisés era el favorito de muchos, aun por encima de Abraham. Pero aun eso, no es verdad en nuestros días, cuando se trata de los judíos ortodoxos. Ellos siempre hablan de Abraham. El judío se jacta hasta este día, de que Abraham es nuestro padre, y tiene razón en eso.
Luego recordamos que el Señor en Su día hizo la siguiente pregunta allá en el evangelio según San Mateo, capítulo 22, versículo 42. Preguntó Jesús: “. . . ¿Qué pensáis del Cristo? De quién es hijo? Le dijeron: De David.” Y creemos que en esos días, la gente pensaba que las personas más destacadas del Antiguo Testamento, serían Abraham, el fundador de la raza, y David, el gran rey. Aquí, pues, Pablo usa estos dos destacados personajes del Antiguo Testamento, como ilustraciones para basar sus declaraciones en el último capítulo, de que hay acuerdo, hay concordancia entre la Ley y el Evangelio, aunque ellos representan dos sistemas diametralmente opuestos, no se contradicen ni están en conflicto el uno con el otro. No son mutuamente privativos, bajo la ley y antes de la ley. La fe en Dios fue el único requisito. Y Abraham antes de la ley, fue justificado por fe. Y David, bajo la ley cantó de la justificación por fe.
Ahora, Pablo no está presentando aquí una doctrina nueva y extraña que cancela el Antiguo Testamento y deja al judío flotando en el mar de la vida, asido a un ancla, en lugar de estar en un bote salvavidas. Pablo está demostrando que tanto Abraham como David están en el mismo bote salvavidas, el cual Él está ofreciendo a Su pueblo en su día, y el cual se llama Justificación por Fe. Ahora, la ley era un maestro. Tomó al hombre bajo la ley; lo tomó de la mano para llevarlo al Señor Jesucristo. En los primeros 5 versículos de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos, vemos que Abraham fue justificado por fe. Leamos, pues, el primer versículo que dice así:
Romanos 4:1 “. . . nuestro padre según la carne?
Aquí podríamos traducir este versículo de otra manera que quizá se asemeje más a lo que Pablo dijo. Escuche cuidadosamente. “Entonces, ¿qué diremos que halló Abraham, nuestro primer padre según la carne? Es decir, por un esfuerzo humano.”
Usted puede notar que esto sigue en el mismo pensamiento con el contexto. Esa palabra “entonces” une este argumento con lo que él venía diciendo en el tercer capítulo. El evangelio descarta la jactancia y establece la ley. Eso lo vimos en nuestro último estudio. Abraham y David confirman lo que Pablo está diciendo en esta tesis. Luego, él usa una frase idiomática; dice: “¿Qué, pues, diremos. . .?” Ahora, Pablo usa esta frase en los párrafos argumentativos de esta carta. Él ha llegado a una de estas secciones en su escritura. De modo que Pablo, en la primera división, no ha intentado probar o argumentar que el hombre es un pecador. Y usted no encontrará una frase como ésta: “Entonces, ¿qué diremos?” En la última parte de su carta que es práctica, se omite enteramente. Pero aquí, lo hace manifiesto. Y dice: Abraham, nuestro primer padre.
Eso revela que la nación de Israel comenzó con Abraham. El “primer padre” es una expresión un poco rara. Demuestra la importancia que tiene Abraham, quien fue primero, cronológicamente, y también primero en importancia. Un Pastor cuenta que en cierta ocasión fue invitado a hablar entre un grupo de judíos. Ellos le pidieron que les presentara un mensaje de la Biblia. Él fue y habló sobre las glorias de la ley mosaica. Se sorprendió al ver que ellos se detenían en Abraham, jamás pasaban más allá de Abraham. Luego, él les preguntó si no contaban a Noé o Adán en su linaje. Los judíos se pusieron a reír y le dijeron que no. Esos hermanos judíos dijeron simplemente no. Nos detenemos en Abraham, Él es nuestro primer padre.”
Bien, ¿qué fue entonces lo que descubrió Abraham según la carne? Abraham descubrió que las obras según la carne, no producían jactancia, sino vergüenza y confusión. Esa era la obra de Abraham. No tenía nada de qué vanagloriarse. En realidad creemos que Abraham fue un gran hombre, especialmente en lo que concierne a Lot, y él no permitió que los reyes de Sodoma y Gomorra lo recompensaran. Pero, Abraham no creyó a Dios y huyó hacia Egipto. Esa cuestión de la sierva egipcia que él tuvo y de la criatura que nació de su unión con ella, esas son cosas de las cuales no se puede jactar. Veamos ahora cómo desarrolla Pablo esta situación. Él dice aquí en el versículo 2, de este capítulo 4 de su epístola a los Romanos:
Romanos 4:2 “. . . tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.”
Él se puede gloriar en sí mismo, pero no ante Dios. Se asume que Abraham tenía buenas obras que tenían valor ante Dios. Y en realidad, él tenía muchas buenas obras. Pero, lo sorprendente es descubrir que estas buenas obras no eran base para salvación, sino que eran el resultado de su salvación y el resultado de ser justificado por fe.
Aparentemente hay una contradicción entre los apóstoles Santiago y Pablo, pero en realidad no ocurre así. Cuando Santiago dijo allá en el capítulo 2, versículo 21 de su carta: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Ahora, las obras a las que se refiere Santiago aquí, no son las obras de la carne bajo la ley, porque él no estaba bajo la ley. Sino que está hablando de las obras de la fe. Abraham creyó en Dios y ofreció a Isaac, pero no llegó a dar muerte a su hijo. Dios lo detuvo y no permitió que cumpliera completamente con su ofrenda. Y tanto, Santiago como Pablo, se están refiriendo al mismo versículo: “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.” Usted puede leer esto allá en el capítulo 2 de la epístola del apóstol Santiago, versículo 23, y también en este capítulo 4 de la epístola a los Romanos, versículo 3. Lo que hace Santiago es ir hasta el fin de la vida de Abraham y también hasta el momento en que ofreció a Isaac. Abraham está en la misma situación que en la que se encuentra el más débil de los pecadores. Abraham tenía obras de las que podía jactarse, pero no ante Dios. Dios, amigo oyente, no acepta las obras de la carne. Y las obras de la carne no pueden estar delante de Su santidad, y las obras de Abraham estaban, por cierto, un poco manchadas. Llegamos ahora al versículo que acabamos de mencionar, es decir, el versículo 3 de este capítulo 4:
Romanos 4:3 “. . . Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.”
Como ya dijimos, el apóstol Santiago menciona este mismo versículo. Y Pablo lo hace en tres de sus cartas, si es que él escribió Hebreos, y yo pienso que sí lo hizo. Lo menciona aquí en Romanos, también en Gálatas y en Hebreos. Pablo recurre a las Escrituras como la autoridad final. El hasta la personifica como en este pasaje. Las Escrituras son, Dios hablando, “¿qué dice la Escritura? Dios está hablando y no hay ninguna otra autoridad a la que se pueda apelar. Cuánto deseo amigo oyente, que las personas que se dicen evangélicas creyeran en realidad en la Palabra de Dios y que ella es la Palabra de Dios. Que es Dios el que está hablando y no el hombre. El apóstol Pablo cita las palabras del Antiguo Testamento unas sesenta veces en esta Epístola. Y la que estamos mencionando es una cita que aparece allá en el capítulo 15 del libro de Génesis, versículo 6, donde leemos: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” Pablo está diciendo: “Escuche lo que la Escritura dice. Dios le está hablando en la Palabra de Dios.”
Esta promesa le fue dada a Abraham cuando él hizo una pregunta a Dios. Allá en el capítulo 15 de Génesis, versículo 2, leemos esta pregunta y dice: “Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo. . . ?” Ahora, aparte de la confirmación de la promesa de que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos, Dios no le dio a Abraham ninguna otra promesa. En otras palabras, Abraham simplemente creyó a Dios. Él tomó la pura palabra de Dios literalmente y confió, se agarró de ella. Permítanos compartir con usted amigo oyente, lo que el comentarista Newell dijo al respecto. Dijo él: “No hubo ni honra ni mérito cuando Abraham creyó a un Dios fiel que no sabe mentir. El mérito era de Dios. Cuando Abraham creyó, él hizo la única cosa que podía hacer el hombre sin llegar a hacer nada. Dios hizo la declaración, la promesa. Y le tocó a Dios cumplirla. Abraham creyó en su corazón que Dios estaba diciendo la verdad. No había que hacer ningún esfuerzo para ello. La fe de Abraham no fue una acción sino una actitud. Su corazón deja de mirarse a sí mismo para contemplar a Dios y a Su promesa. Esto dejó a Dios libre para cumplir Su promesa. La fe, para Abraham no era una acción meritoria, ni siquiera un cambio en su carácter o naturaleza. El simplemente creyó que Dios cumpliría lo que prometió. En esto serán benditas todas las familias de esta tierra.” Esa fue una hermosa declaración hecha por el Dr. Newell.
Dios, amigo oyente, reconoció y acreditó esto a Abraham. Esto es algo valioso que debemos reconocer. El abonó eso en su cuenta por así decir, y se lo contó como justicia. Eso fue lo que Dios hizo. Ahora, aquí en el versículo 4 tenemos esta declaración:
Romanos 4:4 “. . . el salario como gracia, sino como deuda.”
Sigamos leyendo inmediatamente el versículo siguiente, versículo 5:
Romanos 4:5 “. . . su fe le es contada por justicia.”
Por lo general, un obrero recibe un salario por los servicios que ha prestado. Un hombre trabaja por cierta cantidad de dinero por hora o por día, y se le paga cierta suma de dinero por determinado trabajo. Ahora, es obvio que Abraham no era un obrero, porque él no se ganó lo que recibió. El recibió su salvación de la única otra manera en que podía recibirla y fue el favor inmerecido de la gracia de Dios, y Abraham creyó a Dios.
“. . . mas al que no obra,” dice aquí este versículo. Y eso indica que no se puede hacer nada para merecer la salvación; sino que se cree en El, es decir, en Dios que declara al indigno, justo. Y la única clase de persona que Dios está salvando, amigo oyente, es el injusto. Ahora, alguien quizá pregunte: ¿quiere decir entonces que Dios no salva a la gente buena? Bueno, nómbreme usted a alguno. Y Dios salvará a cualquiera que sea bueno. Pero, las Escrituras que hemos considerado dice que: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” ¿Recuerda usted allá en el capítulo 3 de esta misma carta a los Romanos, versículo 12? Usted, amigo oyente, o cree o no cree en Dios. Y eso según las normas de Dios, no según las normas mías o las normas suyas. Esto es importante. Fe es la única condición aquí. Fe es lo que cuenta para la justicia. Es por eso que Dios acepta la fe en lugar de las obras. No hay ningún mérito en la fe, pero es la única manera de recibir lo que Dios ofrece gratuitamente. Por medio de la fe se honra a Dios y se asegura la justicia para el hombre. Y Dios apuntó “justicia” en la cuenta de Abraham. La fe de Abraham valió por lo que no era, justicia de Dios.
Notemos ahora al leer el versículo 6, que David vivió bajo la ley. Sin embargo, como notamos antes, Abraham no lo hizo porque ésta no había sido dada todavía. Leamos, pues, este versículo 6 del capítulo 4 de la epístola a los Romanos:
Romanos 4:6 “. . . a quien Dios atribuye justicia sin obras.”
Dijimos que David vivió bajo la ley. Pero, amigo oyente, David no podía ser salvo bajo la ley. Por consiguiente David describe la bendición de que Dios reconoce la justicia sin obras, porque David no tenía obras. Las obras que él tenía eran malas. Por tanto, la justicia tiene que estar completamente separada de las obras. Tiene que venir bajo un principio enteramente diferente. El versículo 7 dice:
Romanos 4:7 “. . . Y cuyos pecados son cubiertos.”
Esta es una cita directa del Salmo 32, versículos 1 y 2. Y este es uno de los salmos penitenciales de David. El Salmo 51 es el otro. Estos versículos son el producto del gran pecado de David y su consiguiente confesión y aceptación. “Bienaventurados,” dice aquí. Y esto expresa lo más elevado en la felicidad y el gozo. Esta es la bienaventuranza más grande de todas. David conoció esto por experiencia; y que Dios perdona las iniquidades, es decir, la desobediencia. David quebrantó la ley deliberadamente. Él no lo hizo en ignorancia de la ley. Sin embargo, fue perdonado. Y esto habla de una remisión completa. Esto es mucho más que un simple perdón. Un juez severo puede hacer eso bajo ciertas circunstancias. Pero, aquí se habla de la ternura de Dios, que toma al pecador en Sus brazos de amor, y lo recibe con afecto, y sus pecados son cubiertos. ¿Cubiertos cómo? Porque el Señor Jesucristo murió y derramó Su sangre. Es por eso que el apóstol Pablo dijo aquí en el versículo 8:
Romanos 4:8 “Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.”
El Señor no inculpa de pecado. David fue un gran pecador. Sin embargo, Dios quitó su pecado, tal cual le informó Natán. Eso lo leemos allá en el Segundo Libro de Samuel, capítulo 12, versículo 13, donde dice: “Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.” Pero David fue corregido. David había dictado su propio castigo cuando él respondió al relato de Natán del hombre rico que tomó la corderita del hombre pobre. David dijo en allá en el versículo 6 del Segundo libro de Samuel, capítulo 12: “. . . debe pagar la cordera con cuatro tantos.” Y cuatro de los hijos de David fueron muertos. El hijo de Betsabé, Amnón su primogénito, Absalón, y Adonías. La aflicción fue como una plaga en la vida de David. Pero la culpa de David no fue acreditada a su cuenta. Otro llevó la culpa por él. No nos sorprende que él pudiera decir: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada.” Y ¿qué de usted, amigo oyente? ¿Se goza hoy porque sus pecados han sido perdonados? El apóstol Pablo vuelve ahora a Abraham en el versículo 9 de este capítulo 4 de su carta a los Romanos que dice:
Romanos 4:9 “. . . Abraham le fue contada la fe por justicia.”
Ahora, eso fue antes, porque Abraham había estado cubierto por el pacto que Dios había hecho con él. Y en el versículo 10 de este capítulo 4 leemos:
Romanos 4:10 “. . . No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.”
Dios le había hecho una promesa a Abraham. Y él creyó que Dios lo haría mucho antes de que hubiera un acuerdo hecho, salvo lo que Dios había dicho que haría. Y Abraham creyó en la lisa y llana Palabra de Dios. Veamos ahora los versículos 11 hasta el 13, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:
Romanos 4:11-13 “. . . del mundo, sino por la justicia de la fe.”
Dios hizo esa promesa a Abraham mucho antes de la introducción de la circuncisión. Mucho antes de eso. El simplemente creyó en Dios, amigo oyente. Ahora, en el versículo 14 y hasta la primera parte del versículo 16, leemos lo siguiente:
Romanos 4:14-16a “. . . Por tanto, es por fe, para que sea por gracia . . .”
Como usted puede ver, amigo oyente, Dios salvó a Abraham por gracia, nada más. Siguiendo más adelante en este capítulo 4 de la epístola a los Romanos podemos observar lo siguiente, aquí en el versículo 19:
Romanos 4:19 “. . . o la esterilidad de la matriz de Sara.”
No hay ningún mérito de por sí en la fe. No había nada alrededor de Abraham en lo cual él pudiera confiar. Nada para tocar, nada para ver, absolutamente nada. Todo lo que él hizo fue confiar en Dios. Y eso es lo importante. Ahora, en el versículo 20 leemos:
Romanos 4:20 “. . . sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios.”
Abraham no vacilaba. Ese es el pensamiento en este pasaje. El dejó de mirar a su alrededor para mirar a la promesa. Creyó en la promesa, a pesar de que las circunstancias la anulaban. Por el contrario, antes puso su confianza en la promesa, basándose en Quién la había dado, adorando de esa manera a Dios. El hombre fue creado para glorificar a Dios. Pero, por la desobediencia él hizo lo contrario, y la única manera para que usted pueda glorificar a Dios ahora, es creyendo en El. El versículo 21 dice:
Romanos 4:21 “. . . para hacer todo lo que había prometido.”
¿En qué tenía confianza? El versículo 22 dice:
Romanos 4:22 “. . . también su fe le fue contada por justicia.”
Esta fe es en la resurrección. La vida después de la muerte es lo que aceptó Abraham, en lugar de su propia justicia que él no tenía. Dios declaró justo a Abraham por su fe en la promesa de levantar un hijo de la tumba de la muerte, es decir, del seno de Sara. Y Dios promete vida eterna a quienes creen que El levantó a Su propio Hijo de la tumba de José de Arimatea, es decir, el lugar de la muerte. Escuche ahora lo que dice el apóstol aquí en los versículos 23 y 24, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:
Romanos 4:23-24 “. . . levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro.”
Usted sabe que el vientre de Sara era como una tumba. Era un lugar muerto. Pero de él salió vida. Abraham le creyó a Dios. Eso fue lo que dijo Jesús allá en el capítulo 8 del evangelio según San Juan, versículo 56, cuando dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó.” Pablo finaliza este capítulo de esta manera, aquí en el versículo 25:
Romanos 4:25 “. . . y resucitado para nuestra justificación.”
Eso es fe, no sólo en la muerte de Cristo, sino también en Su resurrección. Alguien ha dicho que, “En Su muerte, Cristo pagó nuestra deuda, y en Su resurrección, El descargó esa deuda.” El justifica a los que creen en la muerte y resurrección de Cristo. ¡Cuán maravilloso es todo esto!
Y aquí nos detenemos por hoy, amigo oyente, porque nuestro tiempo ya ha concluido. Sin embargo, continuaremos este estudio, en nuestro próximo programa. Desde ya, contamos con su fiel sintonía. Será pues, hasta entonces, ¿que el Señor bendecirle ricamente!



All scripture quotations in this publication are from the Reina Valera 1960. Los textos Bíblicos en esta obra han sido tomados de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

© 2011 Thru The Bible

No hay comentarios.:

Publicar un comentario