jueves, 16 de junio de 2011

1 Samuel 25:4-26:12 (Programas de A traves de la Biblia)


Día de emisión de A través de la biblia : LUNES A VIERNES - 10:00 y 20:00 hrs.


Programa de hoy:
1 Samuel 25:4-26:12

mas contenido del Programa aqui:
Texto del Programa :
Texto:1 Samuel 30:7-31:13
PROGRAMA No. 0404
1 SAMUEL
Cap. 30:7 - 31:13
En nuestro programa anterior, comenzamos a estudiar el capítulo 30 de este primer libro de Samuel. Y vimos cómo los amalecitas habían invadido el Neguev y a Siclag y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. Se habían llevado también cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor, hasta el mayor. Pero a nadie habían dado muerte, sino que se los habían llevado al seguir su camino. Y vimos que cuando David regresó junto con sus hombres, se sintieron casi enloquecer, porque encontraron desolada su aldea de Siclag y se sentían muy tristes porque habían perdido a sus esposas e hijos. Por lo que ellos sabían, sus seres queridos estaban todos muertos. Y entonces, todos ellos, David y su gente, alzaron su voz y lloraron hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. Ahora, todo esto cayó como un gran golpe sobre David. Y entre las esposas perdidas, estaba su propia esposa Abigail. Usted recordará que Abigail, antes había estado casada con un rico cuyo nombre era Nabal. Ahora, Nabal significa necio y probablemente le llamaban necio, no lo sabemos. Pero, de todas maneras, debe haberle caído bien ese nombre. En todo caso, sucedió que este hombre Nabal sufrió un ataque cardiaco y murió. Y entonces, David se casó con Abigail. Ella constituyó una influencia muy buena sobre la vida de David. Que sepamos, ella fue la única cosa buena que le pasó en la vida a David. Y ella, era la única mujer que le hacía bien y que le sirvió de verdadera bendición. Estamos seguros que ella era su felicidad.
Pues bien, David se angustió mucho, no sólo porque perdió a sus seres amados, sino también porque el pueblo estaba hablando de apedrearlo. David era el jefe y ellos le culpaban de lo que había pasado. Le culparon por haberse ido de Siclag y por haberse asociado con los filisteos. David se equivocó allí. Ahora, nos gusta pensar en David, como el joven pastor que mató a Goliat. Luego, nos gusta volver al lado negro de su vida y mirar el gran pecado que cometió. Pero, lo que no nos damos cuenta, es que David era muy semejante a todos nosotros. Se equivocó mucho así como nosotros también nos equivocamos. Se equivocó en irse de Siclag para pelear con los filisteos contra Israel. Ahora, sus hombres están listos a apedrearlo. El alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus esposas, sus hijos y sus hijas. David aquí se encontraba entre la espada y la pared, como decimos. Estaba en peligro de muerte. Había perdido a sus seres amados. Sus propios seguidores, bajo esta gran tensión emocional de haber también perdido a sus seres amados, querían apedrear a David. Pero dice el final del versículo 6 de este capítulo 30: “. . . mas David se fortaleció en Jehová su Dios.” Esta es una de las declaraciones más maravillosas que jamás se haya hecho.
Amigo oyente, hay veces cuando las circunstancias no producen ninguna alegría ni felicidad en nuestras vidas. Hay veces cuando nos hallamos en lugares oscuros, como David aquí. Miramos en nuestro derredor y la situación nos parece desesperante. ¿Qué debemos hacer? ¿Debemos sentirnos desanimados? ¿Debemos darnos por vencidos? Amigo oyente, si somos hijos de Dios debemos fortalecernos en el Señor. Debemos acudir a Él en tales horas de tristeza y de prueba. A veces el Señor nos mete en tal situación para que acudamos a Él. En horas como tales, como esas, Él se da a conocer a nosotros de una manera nueva. Fue durante horas como éstas que David escribió algunos de sus mejores Salmos. En una hora de tensión el Salmo 23 tendría gran significado. Cuando las dificultades llegaron, podemos ver al leer los Salmos, que en medio de estas situaciones David se fortaleció en su Señor. Muchas veces dice: “Jehová es bueno,” y también, “Díganlo los redimidos de Jehová.” Esta es la clave entonces: que David se fortaleció en Jehová su Dios. Leamos ahora el versículo 7 de este capítulo 30 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 30:7 “. . . Y Abiatar acercó el efod a David.”
El efod era una parte especial de la ropa del sumo sacerdote y habla de la oración. El efod se llevaba sobre las vestimentas que acostumbraban ponerse los sacerdotes; y demarcaba en forma especial al sumo sacerdote. El sumo sacerdote siempre llevaba puesto el efod cuando entraba en el altar de oro de la oración. El efod tenía dos piedras, una en cada hombro. Los nombres de las doce tribus de Israel estaban tallados sobre las piedras - seis en cada hombro. En otras palabras, el sumo sacerdote llevaba a Israel sobre sus hombros. Esta es una descripción de Cristo nuestro gran Sumo Sacerdote, quien nos lleva sobre Sus hombros. ¿Recuerda usted aquella ovejita que se perdió? ¿Qué hizo el pastor? Puso esa ovejita en sus hombros y la trajo al redil. Amigo oyente, no sé quién es usted ni donde está escuchándonos, pero sí sé que el Señor está listo para venir a buscarle y ponerlo sobre Sus hombros. Dice el escritor a los Hebreos en el capítulo 7 de su carta, versículo 25: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Continuemos ahora con el versículo 8 de este capítulo 30 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 30:8 “. . . y de cierto librarás a los cautivos.”
David buscó el efod, aquello que habla de la oración, y se acercó a Dios en oración. Habló con su gran Sumo Sacerdote, que era su Pastor. David acudió a su Señor, y el Señor le fortaleció para que pudiera perseguir al enemigo. Y leemos aquí en los versículos 9 y 10, de este mismo capítulo 30:
1 Samuel 30:9-10 “. . . cansados no pudieron pasar el torrente de Besor.”
Se habían llevado todas las provisiones, y estos hombres estaban muy fatigados. Hubo, pues, doscientos que no pudieron hacer el viaje. Y leemos en el versículo 11 de este capítulo 30 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 30:11 “. . . le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua.”
Al perseguir al enemigo, en el camino hallaron a un egipcio. Éste estaba enfermo y le dijo a David que era siervo de uno de los líderes amalecitas. Cuando se enfermó lo dejaron para que se muriera allí mismo en el camino. David había alcanzado a este hombre, pero todavía había necesidad de alcanzar a los enemigos. Quería saber dónde estaban. El siervo egipcio, pues, prometió informar sobre esto a David, si David prometía no devolverlo a su amo. David, pues, le aseguró que no le enviaría de vuelta a su amo. El egipcio le contó entonces, a dónde iban los amalecitas y lo que había sucedido en la destrucción de Siclag. David entonces, atacó por sorpresa a los amalecitas. Y los halló en una borrachera, gozándose de la victoria y del gran botín que habían tomado. Y leemos entonces, en los versículos 16 y 17 de este capítulo 30 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 30:16-17 “. . . que montaron sobre los camellos y huyeron.”
Cuatrocientos jóvenes lograron transporte y entonces les fue posible escapar de David y de sus hombres. Prosigamos con los versículos 18 al 20:
1 Samuel 30:18-20 “. . . todo delante, decían: Este es el botín de David.”
Cuando terminó la batalla, David se llevó todo el ganado y las ovejas que habían sido tomadas de su pueblo y regresó a Siclag, acompañado de sus esposas e hijos. Avancemos con los versículos 21 y 22:
1 Samuel 30:21-22 “. . . su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan.”
Hubo una disputa entre los hombres de David en cuanto a si los hombres que no habían participado en la batalla, tenían derecho a participar del botín o no. David da aquí un principio que revela su equidad y trato justo que le ayudaron a ser la clase de hombre que Dios pudo utilizar. Sigamos adelante con los versículos 23 al 25 de este capítulo 30 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 30:23-25 “. . . esto por ley y ordenanza en Israel, hasta hoy.”
Los doscientos hombres que no pudieron salir a la batalla estaban enfermos y no habían podido pelear. No les fue posible hacer el viaje, pero debían participar igualmente del botín. Eso reveló la justicia de David. Y entonces este capítulo 30 del Primer libro de Samuel, concluye con el envío del botín como un presente a los ancianos de Judá. Leamos los últimos versículos de este capítulo 30, versículos 26 al 31:
1 Samuel 30:26-31 “. . . David había estado con sus hombres.”
Y así concluimos este capítulo 30 del Primer libro de Samuel. Llegamos ahora al capítulo 31, el capítulo final de este Primer libro de Samuel. En este capítulo 31, Saúl pierde su ejército. Saúl, sus hijos y su escudero mueren. Los filisteos triunfan. El pueblo de Jabes de Galaad recobra los cuerpos de Saúl y sus hijos, y los sepultan en Jabes.
Como dijimos ya, este es el último capítulo del Primer libro de Samuel. Y vamos a considerar la pregunta en cuanto a quién mató al rey Saúl. Aquí tenemos un caso que probablemente debe ser entregado a los mejores detectives del mundo, porque parece haber alguna duda en cuanto a quién fue el responsable por la muerte de Saúl. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 31 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 31:1 “. . . y cayeron muertos en el monte de Gilboa.”
Hallamos que los israelitas libran una batalla con los filisteos. Gracias a Dios que David no tuvo que participar en esa batalla. La providencia de Dios intervino para que no se metiera en ella. Siendo que los príncipes de los filisteos no quisieron que él peleara junto con ellos, David se volvió hacia su aldea de Siclag. Allí encontró que la ciudad había sido saqueada y quemada, como lo vimos en el capítulo anterior, y que todas las mujeres y sus hijos habían sido llevados cautivos. Mientras David y sus hombres perseguían a los amalecitas, Israel huía de los filisteos. Los israelitas fueron derrotados en esta batalla porque se hallaban fuera de la voluntad de Dios. Esta idea de que Dios aprobó la guerra en el Antiguo Testamento es enteramente errónea. Hubo ciertos tiempos señalados por Dios cuando la guerra fue necesaria, pero cuando Israel libraba una batalla que no era según la voluntad de Dios, generalmente perdían la batalla. Eso es lo que pasó en esta ocasión. Continuemos con los versículos 2 y 3 ahora:
1 Samuel 31:2-3 “. . . los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.”
Aquí es donde principia la tragedia para los israelitas. Es el principio del fin para Saúl. En primer lugar, fue herido en la batalla por un arquero. Al parecer el arquero no se dio cuenta que había herido al rey. Tiró y dio en el blanco. También es trágico que Jonatán muriera en esta batalla. Esto es asombroso, porque en otra ocasión cuando Jonatán peleó contra los filisteos, mató a 250 enemigos en una sola oportunidad. Esto muestra pues, la situación desesperada en que Israel se encontraba en aquellos tiempos. David sentía tristeza por no poder salir a la batalla con los filisteos, y en aquel tiempo no reconoció que Dios había intervenido por él. Si hubiera salido, habría tenido que pelear contra Jonatán. Muchas veces los chascos que nos llevamos en la vida, amigo oyente, son ordenados por Dios. Por lo tanto, tenemos aquí que Saúl es herido. Leamos el versículo 4 de este capítulo 31 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 31:4 “. . . Saúl su propia espada y se echó sobre ella.”
Ahora, cuando Saúl se dio cuenta que estaba mortalmente herido, creía que el enemigo vendría y se mofaría de él. Y creemos que tenía razón. Él no quería morir de esa manera en la batalla. Como ya hemos visto, Saúl era un hombre orgulloso y egoísta y no creía que tal fin le fuera propicio. Su escudero tuvo miedo de obedecer al rey cuando Saúl le pidió que lo traspasara con su espada. Por tanto, Saúl sacó su propia espada y se echó sobre ella. Parece entonces que este es un caso de suicidio. Pero, ¿en realidad fue éste un caso de suicidio? Bueno, nos enteraremos de eso más tarde. Continuemos ahora leyendo los versículos 5 hasta el 9 de este capítulo 31 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 31:5-9 “. . . al templo de sus ídolos y al pueblo.”
Empezamos a comprender ahora, con el envío de la armadura de Saúl por toda la tierra de los filisteos, por qué Saúl quería que David se la llevara cuando peleó contra Goliat. Si David hubiera ganado la batalla llevando puesta la armadura de Saúl, el rey se habría atribuido la victoria a sí mismo. Usted recordará también, que cuando Jonatán ganó una victoria, en vez de atribuirle la victoria a Jonatán, Saúl se la atribuyó a sí mismo. Prosigamos ahora con los versículos 10 al 13, los versículos finales de este capítulo 31 del Primer libro de Samuel:
1 Samuel 31:10-13 “. . . Jabes, y ayunaron siete días.”
Este es el fin del Primer Libro de Samuel. Alguien dirá: “Bueno, no veo tanto misterio en cuanto a la muerte de Saúl. Usted dijo que había un misterio en cuanto a ella.” Pues, bien, todavía en realidad no hemos terminado la historia. En el Segundo Libro de Samuel la terminaremos. Tenemos registrado sólo el hecho de la muerte de Saúl al fin del Primer Libro de Samuel, pero todavía no nos es posible llegar a alguna conclusión.
Consideremos ahora que Saúl había dejado con vida a los amalecitas y que Samuel lo había reprochado por esto. Samuel le dijo a Saúl: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.” Dios quería la obediencia, y el corazón de Saúl nunca se sometió al Dios Todopoderoso. Es interesante que Saúl salvó a los amalecitas, pero veremos que fueron sólo los amalecitas precisamente, quienes no solamente saquearon a Siclag, sino quienes en realidad mataron a Saúl. “Pero,” dirá alguien, “Ya hemos leído el relato que dice que los filisteos mataron a Saúl. Un arquero le hirió y quedó mortalmente herido. Quería que su escudero lo matara, pero el hombre no quiso. Por fin Saúl se echó sobre su propia espada. ¿No es esa la explicación? ¿No es ya un caso concluido? ¿No fue aclarado todo por el Departamento de Policía de Bet-san?” Pues, no creemos que sea así. El Segundo Libro de Samuel nos dará una información más clara, más detallada, en cuanto a la muerte de Saúl.
Por tanto, en conclusión, nos es posible notar que en el Primer Libro de Samuel, Saúl falló en su reinado sobre la propiedad de Dios. Su fin fue el suicidio. Dios y Su autoridad fueron desechados y Saúl salvó a los amalecitas, pero por último, fue muerto precisamente por los amalecitas.
Y ahora, para terminar, veamos un breve bosquejo de este primer libro de Samuel, que estamos terminando de estudiar hoy. Tenemos tres divisiones principales en este primer libro de Samuel. En primer lugar, Samuel, profeta de Dios; sección que comprende los capítulos 1 al 8. La segunda gran división, nos habla de Saúl, hombre de Satanás, y comprende los capítulos 9 hasta el 15. Y la tercera gran división, nos presenta a David, hombre de Dios, y a Saúl, hombre de Satanás, y comprende los capítulos 16 al 31.
Este es, pues, brevemente el bosquejo que hemos seguido en nuestro estudio de este Primer libro de Samuel. Dios mediante, en nuestro próximo programa, comenzaremos a estudiar el Segundo libro de Samuel, muy interesante también por cierto, porque continúa la historia que hemos dejado aquí en el capítulo 31 de este primer libro. Así es que, esperamos que usted, amigo oyente, ha de acompañarnos mientras recorremos paso a paso, cada una de las páginas del Segundo libro de Samuel. Le invitamos, pues, a sintonizarnos. Y ahora será hasta nuestro próximo programa, Dios mediante, que Dios le bendiga ricamente.



All scripture quotations in this publication are from the Reina Valera 1960. Los textos Bíblicos en esta obra han sido tomados de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

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